sábado, 19 de noviembre de 2011


LAGATA, cumplió tres años esta semana. tres. conté con los dedos varias veces para estar segura. y sí. no sé dónde se metió el tiempo porque apenas recuerdo los dos últimos, pero han pasado. todo sigue más o menos igual. mis gatos que vienen y van, y los fragmentos de algunos de los libros que me acompañan. incluso, al dedicar el otro día dos minutos a la nostalgia y ver las primeras entradas, me di cuenta que seguíamos en lo mismo con el tema de los políticos y la cultura en canarias. solo que tres años después, ya los del sector no peleamos por un 2% de los presupuestos para cultura, sino que ahora peleamos simplemente para que la cultura no sea la que nos quieren imponer estos queridos nacionalistas cutres que dicen que nos representan: el mojo, las papas y el sol, la neurona no les permite pasar de ahí. hoy por cierto llueve a cántaros. la consejera de cultura del gobierno de canarias, inés rojas, decidió hacer un recorte al presupuesto sin contar con nadie y nos tiene contentos. ella solita. llegó al despacho, se sentó a pensar, tiró de la cadena y cuando se levantó ya había decidido. después de una semana de espera, también decidió seguir con su política despótica y no se puso en contacto con el sector, a pesar de que éste había solicitado una breve reunión con ella... para qué?, digo yo que habrá pensado. ¿pensado? ¿piensa?... estoy totalmente indignada. y procuro no darle muchas vueltas al tema, ni acordarme mucho de la doña porque no me sale una sola palabra bonita. sigo siendo un tanto ingenua, y me parece increible que alguien pueda llegar y de un plumazo jugar con tantos puestos de trabajo, de los que muchos no son conscientes, pero que lo serán, jugar con tanto esfuerzo, con tantos proyectos en los que uno cree y en los que trabaja nosecuantashorasaldía. es indignante de verdad. pero es lo que tenemos, es una lástima.
tres años, como decía... ya puse la foto, ya hablé de mamáines y ahora el fragmento...

"Se sabía que Valentina Caldas vivía de la sangre alborotada de los hombres. Pero había que tener un instinto agudo para descubrir que sus armas más letales no eran sus tetas de rebote, ni sus nalgas primorosas, ni sus muslos africanos, ni su aroma de mar, ni las ondulancias de su voz, ni su ahogo en el amor, ni su centro de vértigo donde los patriotas perdían mil batallas, sino el arte de saberlo combinar todo en las proporciones exactas y en los momentos precisos. A cada cliente lo veía llegar como un torbellino voraz, y su estrategia para despacharlo rápido era siempre la misma. Le pedía no iniciar el forcejeo hasta que ella se quitara toda la ropa, con el pretexto de no echarla a perder. Era una fórmula de seducción demoledora en la que ella lo seguía con los ojos, mientras dejaba deslizar cada pieza, demorando el aterrizaje según veía crecer al hombre a la deriva, lo veía irse de este mundo, lo veía desmoronarse en sus dominios de mulata infernal cuando le enseñaba el vértice de sus muslos que era el lugar donde te quiero, papi, y entonces bastaba el solo contacto de los cuerpos para sentir el desplome torrencial del náufrago en sus brazos.
Valentina Caldas caminaba resuelta por las calles, y gracias a los recursos de su cuerpo podía elegir siempre lo mejor. Años antes de que las holandesas le arruinaran el negocio, varios de nosotros le habíamos escuchado decir:
-El día que nazca un hombre que no piense con las bolas, me avisan para fusilarlo. No vaya a ser contagioso."

(La increíble patria de Leo Bernoli. Joao Manuel Cruz. Baile del Sol. 2011)

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