martes, 30 de noviembre de 2010



..."Pero era su verdadero muro. Esa arena, esas piedras, ese cielo, ese sol, ese silencio, ese dolor, y no las ciudades de metal y cemento, donde se oía el ruido de las fuentes y de las voces humanas. Era en este orden vacío del desierto donde todo era posible, donde marchaban sin sombra al borde de la propia muerte. Los hombres azules avanzaban por la pista invisible hacia Smara, libres como ningún ser en el mundo podía serlo. Alrededor de ellos, hasta perderse de vista, estaban las crestas movedizas de las dunas, las olas del espacio que no era posible conocer. Los pies desnudos de las mujeres y los niños hollaban la arena, dejaban un leve rastro que el viento borraba de inmediato. A lo lejos flotaban los espejismos entre tierra y cielo, ciudades blancas, ferias, caravanas de camellos y asnos cargados de víveres, seuños agitados. Y los hombres mismos, eran como espejismos que el hambre, la sed y la fatiga habían hecho nacer en la tierra desierta".

J.M. Gustave Le Clézio. Desierto. Tusquets

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