viernes, 7 de enero de 2011



..."Los hombres corrían en todas direcciones, troceaban piedras, empujaban vagonetas, levantaban raíces... Todo bajo la atenta mirada del contramaestre blanco. Y Mankuku estaba fascinado por ese hombre, por esos hombres: ¿De dónde sacaban su poder? ¿De sus antepasados? Mirad ese hombre solo, sin armas, con el rostro enrojecido por el calor, protegiéndose con su casco blanco. Bastarían dos de nosotros, uno solo, yo por ejemplo, para ponerle fuera de combate, matarle; y sin embargo nadie se atreve, algo nos detiene. Allí está, solo, dando órdenes, dictando su voluntad a diez, cien, mil, millares de nosotros. Y también a mí, a Mandala Mankuku, cuyo antepasado derribaba a los poderosos. Además, nada podía resistir su voluntad. Si un roquedal le molestaba lo hacían desaparecer con el ruido que harían diez veces cien fusiles. Si una montabña le molestaba, la cortaban en dos y excavaban un túnel para poder pasar por debajo. Si un río le molestaba tendían un puente por encima y proseguía su camino. ¿Adónde iban así, persiguiendo un horizonte que huía sin cesar? Mankuku tensaba sus músculos, tomaba la ardiente traviesa, la depositaba, regresaba hacia su compañero para buscar otra. Sí, ¿qué podía detenerles? Naturalmente, a veces, los antepasados se vengaban: algunas mañanas, los obreros encontraban raíles provistos aún de sus traviesas que colgaban en el aire sobre el vacío a consecuencia de un desprendimiento que había arrastrado millares de metros cúbicos de tierra; pues bueno, tampoco eso desalentaba al extranjero, volvía a empezar, les hacía trabajar con doble dureza, consolidaba los bordes de terraplén y continuaban. La muerte de decenas de obreros le era indiferente: viajero, si algún día tomas el ferrocarril que lleva del gran río al océano, escucha con atención el chasquido de las ruedas en los raíles, pues cada uno de ellos, cada tac-tac, cuenta un muerto; entonces piensa un poco en todos los hombres enterrados en esas montañas por donde pasas y recuerda que aquí hay un muerto por cada traviesa. Tal vez eso ayude a tu alma a dormir en paz."

"El fuego de los orígenes". Emmanuel Dongala. El Cobre-Casa África.

No hay comentarios: