domingo, 23 de enero de 2011



"... Y lo que es aún peor: sin tan siquiera sospechar que había una cosa llamada lenguaje y que era eso lo que podía dar vida
a una literatura. El resultado era que un escritor de Corrientes o
Maldonado escribía y era leído como un Flaubert (mal) traducido
nunca había escrito. Y para complicar el cuadro, estaba bastante
arraigado en la mente de los que presuntamente hacían “crítica
literaria”, en la de algunos editores oportunistas y, sobre todo, en
la de los autodenominados literatos locales —o sea, hablamos de un grupito de evidente mediocridad intelectual pero que de todos modos dictaba el rumbo al posible lector—, estaba muy presente en la mente de esa gente cierta concepción laudatoria de la escritura, algo cercano al belletrismo profundo y de un no menos profundo mal gusto literario, lo que generaba una cantidad asombrosa de textos insignificantes y ampulosos que eran consumidos por un público pretenciosamente “culto y lector”, es decir, una red de compadreo formada por los amigos del autor, “colegas de escritura” y fieles del rebañito literario, donde evidentemente no faltaban el arribismo y los oportunistas. Y al tratarse de Argentina, egos gigantes, provincianismo etc., corría la idea de que si no los leían fuera de allí el problema era de los que no los leían y que ellos se perdían conocer una “gran literatura”."

Los lados del círculo. Amilcar Bettega (del texto). Lola Núñez Flores (de la traducción) Baile del Sol 2011

jueves, 20 de enero de 2011



Querida Leya: te vi pasar como un suspiro. una mancha blanca en una fracción de segundo. solo me dio tiempo a pensar que una vez más te habías escapado. qué iba a hacer contigo.

te llamé. pero fiel a tu costumbre me ignoraste. abrí la puerta y te llamé. y me quedé atenta, esperando oir tu paso al trote, el crujido de las hojas de los eucaliptos a tu paso. te esperé en lo alto de los escalones, esperando tu llegada. la lengua fuera después de la carrera y la sonrisa puesta. te esperé, dispuesta a soltarte la retahíla que tan bien te conocías: joder leya eres una pesada, pasa anda. y tú, como siempre, pasando de mi enfado porque sabías que era nuestro juego.

te vi en el camino. y corrí, corrí como lo habías hecho tú un rato antes. y en esos veinte metros supliqué, pensé en que tenía que haber cogido el coche, pensé qué tendrías roto, pensé que no se te ocurriera irte. que si te ibas no te volviamos a ver más. qué haríamos sin ti. coñazo.

querida Leya: hay bípedos, que no aceptan, que seres como tú, puedan manifestar afectos y sentimientos. que puedas querer y reclamar cariño. hay seres, que no aceptan, que ustedes puedan formar parte de la familia, ser un miembro más. son así leya, ni caso.

también hay hijos de puta, que después de jugar os dejan tirados, os matan, maltratan y torturan por divertirse. sí, hay muchos hijos de puta así. también hay asesinos, que escopeta al hombro, y rodeados de una jauría de perros, dicen hacer deporte acorralando a pobres conejos asustados. sí, los hay. ahora también sé, que hay hijos de puta, que entienden que primero está el gris metalizado de su cuatro por cuatro que tu vida. y pasan, y te dejan a un lado del camino. y tan tranquilos se van al trabajo.

a esos Leya, a esos hijos de puta en concreto, les deseo un par de cosas. que no voy a decir en voz alta, porque quiero que mis deseos se cumplan.

Querida Leya. me desperté en la madrugada contigo en el pensamiento. solo quería escribirte esto, darte las gracias, por tu mal aliento, por tus pelos en el pasillo, por el ruido de tus uñas caminando por casa. por ponerte a ver la tele con nosotros, por jugar conmigo a la pelota. por cuidar a mis gatos, por quererlos, por sacarme de paseo los domingos, por darme mimos...

dentro de unos meses, el árbol estará lleno de flores, y este año, las ciruelas del verano estarán un poco más dulces. y que sepas, que cuando te ponías pesada y yo te decía que me dejaras, que no te quería porque yo solo quería a mis gatos, no era cierto. es que no quería que me dolieras como lo estás haciendo.

domingo, 16 de enero de 2011



re-comienzo este fin de semana, la lectura de la novela El niño, del escritor Hanos Hay. quedo definitivamente atrapada en la página diez. me gusta su forma de describir las relaciones humanas. maridomujerpadremadrehijo. llenas de crudeza, de realidad cotidiana. nada de vanalidades, romanticismo e ilusiones. de da igual de donde seas porque esto es lo que hay, aquí o allá.

"Lo pensaba muchas veces, casi lo planeaba, sin embargo, había siempre algo, ni siquiera ella misma sabía qué, que le impedía llevarlo a cabo. Una vez tuvo la idea de que tenía la imaginación demasiado febril, y por eso veía tan vivamente la cabeza cortada del hombre tumbada en la cocina sobre los cuadros de las baldosas, gimiendo como un animal cuando se le corta el cuello, y perdiendo sangre poco a poco, gota a gota, mientras que el aire que salía de aquel corte abierto volvía espumoso aquel caldo de sangre; todo eso lo veía tan claramente, que no se podía imaginar que fuera más real que el momento en que de verdad acabara con él. Además, entonces terminarían para siempre las carnicerías nocturnas, aquello sería el final del hombre, pero también el de ella, se acabaría para siempre, y encima ella tendría remordimientos. Eso se lo dijo la vecina, que también los remordimientos la atormentarían, y no sólo no se sentiría satisfecha al recordar al hombre despedazado y trinchado, que ahora por fin había recibido su merecido, sino que le resultaría más bien horroroso y desesperante. En cambio, de no llevarlo a cabo, podía acabar con él todas las noches."

me gusta su constante ironía y su clara irreverencia.

"Más tarde, la madre del joven correría bajo la ventana de aquella casa lamentándose: hijo mío, tu padre. En aquel momento el joven maldijo el instante en el que había abandonado la idea de desertar de la mili y de coser a balazos a aquel hombre que era su padre, a pesar de que una vez un cura, al que le había confesado aquel propósito suyo, le dijo que pensara en el redentor, en lo mucho que él había tenido que sufrir, y sin embargo ni siquiera en medio de sus mayores tormentos había dicho que cuando se muriera y llegara al reino de los cielos, buscaría a aquel cabrón de mierda y le partiría los morros, y que le haría pagar con creces primero por lo que le había hecho a él, y después por la creación misma, por todo aquello que le había hecho al mundo. Por lo tanto, el hombre también debía mostrarse comprensivo, dijo el cura, y rezar arrodillado delante del altar cinco credos y tres padrenuestros para que su pecado le fuera perdonado."

El niño, del escritor Hanos Hay. Baile del sol. 2011

sábado, 15 de enero de 2011


..."No estaba solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado. Harry lo miró, y el pájaro le devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras Harry lo miraba, se le cayeron otras dos plumas de la cola.
Estaba pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, cuando el pájaro comenzó a arder.
Harry profirió un grito de horror y retrocedió hasta el escritorio. Buscó por si hubiera cerca un vaso de agua, pero no vio ninguno. El pájaro, mientras tanto, se había convertido en una bola de fuego; emitió un fuerte chillido, y un instante después no quedaba de él más que un montoncito humeante de cenizas en el suelo.
La puerta del despacho se abrió. Entro Dumbledore, con aspecto sombrío.
-Profesor -dijo Harry nervioso-, su pájaro..., no pude hacer nada..., acaba de arder...
Para sorpresa de Harry, Dumbledore sonrió.
-Ya era hora -dijo-. Hace días que tenía un aspecto horroroso. Yo le decía que se diera prisa.
Se rió de la cara atónita que ponía Harry.
-Fawkes es un fénix, Harry. Los fénix se prenden fuego cuando les llega el momento de morir, y luego renacen de sus cenizas..."
(Alegoría de la vida)
Fragmento de Harry Potter y la Cámara secreta. Ed. Salamandra. J.K. Rowling.

viernes, 7 de enero de 2011


..." -¿Dónde estabas?
Ella se irguió apoyada en un codo y miró a Ofeyi. No había esperado la insistencia de él.
-Eres gracioso. ¡Todos ustedes, los hombres...! ¡Después de todo este tiempo...!
-¿Dónde estabas? Y yo no soy "los hombres".
-Pero quieres saber, ¿verdad? Todos lo quieren.
-Dime dónde estabas.
-El sol apareció y yo me evaporé como el rocío."
Genial este pequeño fragmento de la novela, La estación del caos del nigeriano y premio nobel de literatura Wole Soyinka, que dentro de poquito, muy poquito saldrá publicada en Baile del Sol.


..."Los hombres corrían en todas direcciones, troceaban piedras, empujaban vagonetas, levantaban raíces... Todo bajo la atenta mirada del contramaestre blanco. Y Mankuku estaba fascinado por ese hombre, por esos hombres: ¿De dónde sacaban su poder? ¿De sus antepasados? Mirad ese hombre solo, sin armas, con el rostro enrojecido por el calor, protegiéndose con su casco blanco. Bastarían dos de nosotros, uno solo, yo por ejemplo, para ponerle fuera de combate, matarle; y sin embargo nadie se atreve, algo nos detiene. Allí está, solo, dando órdenes, dictando su voluntad a diez, cien, mil, millares de nosotros. Y también a mí, a Mandala Mankuku, cuyo antepasado derribaba a los poderosos. Además, nada podía resistir su voluntad. Si un roquedal le molestaba lo hacían desaparecer con el ruido que harían diez veces cien fusiles. Si una montabña le molestaba, la cortaban en dos y excavaban un túnel para poder pasar por debajo. Si un río le molestaba tendían un puente por encima y proseguía su camino. ¿Adónde iban así, persiguiendo un horizonte que huía sin cesar? Mankuku tensaba sus músculos, tomaba la ardiente traviesa, la depositaba, regresaba hacia su compañero para buscar otra. Sí, ¿qué podía detenerles? Naturalmente, a veces, los antepasados se vengaban: algunas mañanas, los obreros encontraban raíles provistos aún de sus traviesas que colgaban en el aire sobre el vacío a consecuencia de un desprendimiento que había arrastrado millares de metros cúbicos de tierra; pues bueno, tampoco eso desalentaba al extranjero, volvía a empezar, les hacía trabajar con doble dureza, consolidaba los bordes de terraplén y continuaban. La muerte de decenas de obreros le era indiferente: viajero, si algún día tomas el ferrocarril que lleva del gran río al océano, escucha con atención el chasquido de las ruedas en los raíles, pues cada uno de ellos, cada tac-tac, cuenta un muerto; entonces piensa un poco en todos los hombres enterrados en esas montañas por donde pasas y recuerda que aquí hay un muerto por cada traviesa. Tal vez eso ayude a tu alma a dormir en paz."

"El fuego de los orígenes". Emmanuel Dongala. El Cobre-Casa África.