hace apenas unos días que paseaba por los pasillos de la Frankfurt Book Fair. la imagen y la referencia al escritor argelino Boualem Sansal, que participó el año pasado en una de las mesas del SILA, te salía al paso. los libreros le hacían entrega del premio por la paz y a él lo veías feliz en uno de los stands. de esas casualidades que van conformando nuestra vida, me llevé en la maleta uno de sus libros "la aldea del alemán, o el diario de los hermanos Schiller", publicado por El Aleph Editores. me pareció magnífica desde la primera línea.
"me detuve en la cima de la colina. estaba sin fuerzas para seguir adelante, tenía náuseas, me ardían los ojos, el sudor me laceraba la espalda. la muerte rondaba en el aire, sentía su olor. a la vez, percibía algunas imágenes remanentes que hablaban de vida y de la necesidad de eternidad que la acompaña. me latía el corazón ruidosamente, acompañaba con sus redobles de tambor una melodía que llegaba de lejos, del fondo de la tierra, o las pulsaciones del sol o las llamadas de auxilio de una memoria aprisionada en la piedra. en medio de esa belleza salvaje, ese tormento mineral y aquella luz cruda, vida y muerte eran una sola cosa. vivir y morir se confundían aquí, no valían las preguntas, el tiempo era lo que siempre había sido, un silencio sin fin, una inmovilidad absoluta y una luz que se eleva y declina, al igual que las estaciones que se suceden como hermanos y hermanas y sólo narran las peripecias inmutables del ciclo solar. me senté sobre un peñasco, me cubrí la cabeza con un pañuelo y, como un anciano que regresa a su continente, removí recuerdos, exhumé estampas."
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