jueves, 3 de febrero de 2011

EL PIE DE LA LETRA / Alfonso González Jerez

Con el permiso tácito de mi estimado Alfonso G. Jerez, publicado en el Suplemento Cultural El Perseguidor. http://blogs.diariodeavisos.com/blogdealfonsogonzalezjerez/


EL DESCUBRIMIENTO DE JOHN WILLIAMS.

En la narrativa norteamericana contemporánea no es inusual la parábola moral. Frente a la tradición de los grandes escritores sureños y sus heroicidades técnicas, la novela social de entreguerras o las retóricas de la ironía de Bellow, su gran discípulo Roth, Updike o incluso Auster, la parábola moral es un ejercicio hacia al que los escritores estadounidenses muestran una querencia irreprimible, y que atraviesa autores, tendencias y escuelas. Parábolas morales distintas pero inconfundibles son El viejo y el mar de Ernest Hemingway, El nadador de John Cheever, El Centauro de John Updike y hasta cierto punto, El guardián en el centeno (que es la peor). Ninguna de ellas, sin embargo, tiene el valor literario, la lucidez y la emoción de Stoner, la novela de John Williams que acaba de ser editada por Baile del Sol en traducción de Antonio Díez Fernández.
John Williams (1922-1994) es un escritor casi desconocido en España. Nieto de campesinos, en su infancia y adolescencia en Texas demostró una casi invariable propensión a las fugas y a los castigos disciplinarios. En plena II Guerra Mundial se enroló en la Fuerza Aérea y a finales de los años cuarenta ingresó en la Universidad de Denver, donde se licenció en Literatura Inglesa. Más tarde obtuvo el doctorado y ejerció la docencia en la Universidad de Missouri y, de nuevo, en Denver, donde dirigió la revista literaria University of Denver Quaterly y coordinó un taller de escritura narrativa. Williams publicó cuatro novelas (la última publicada, Augustus, ganó el National Book Award en 1973) y varios libros de poemas.
Stoner, publicada originariamente en 1965, es un prodigio de inteligencia, sencillez y hondura. Narra la vida de un profesor de una pequeña universidad del medio oeste norteamericano, un hijo de agricultores que se enamora de la lengua y la literatura y termina dedicando cuarenta años a la enseñanza, aunque nunca deja de ser un profesor asociado. En alguna reseña he leído que Stoner es la historia de un hombre íntegro con mala suerte. Me parece un error. William Stoner es una magnífica persona pero no es un hombre íntegro. Un hombre íntegro no es un ser débil que admite una vida limitada y grisácea, que permite el hundimiento de su hija y deja escapar un amor milagroso que le llega cuando se ha olvidado incluso lo que significaba la esperanza. La novela de Williams no es el relato de un perdedor que se merecía algo mejor, sino una incisiva reflexión sobre las pérdidas, naufragios, decepciones y mentiras de cualquier vida y sobre una incapacidad radical para la felicidad. Williams se cuida mucho de la necesidad de presentar personajes simpáticos o antipáticos, aunque puedan ser y sobre todo hacer cosas estúpidas, egoístas o íntimamente abominables. William Stoner, sus familiares y sus compañeros se dejan vivir entre falsedades, mezquindades y equívocos hasta que los borra la muerte. En su universo, que es el de cualquiera de nosotros, la amistad es una nostalgia no compartida y el amor o el desamor una herida a la que debe enseñarse a no sangrar diariamente.
El insignificante Stoner es un personaje inolvidable en su zaherida dignidad, en su amor por la literatura y enseñanza, en su infinita y al final indiferente resignación ante todas las ofensas de la mediocridad quintaesenciada: la propia y la de los demás. No cabe mayor sencillez en los procedimientos técnicos de la novela, que humildemente comienza con el nacimiento y acaba con la muerte de su protagonista. La eficacia invariable de una prosa precisa, remansada y transparente, que renuncia a cualquier distracción y que aparenta no hacer otra cosa que narrar linealmente una historia, contribuye al impacto emocional del relato y está matizada por una asombrosa capacidad de observación y de síntesis. Quizás Stoner no sea una de las grandes novelas de nuestro tiempo, pero es una novela narrativamente perfecta, emocionante y perdurable. Un libro que se convierte en imprescindible en la biblioteca selecta de cualquier lector.
Solo cabe felicitar a Baile del Sol -que quizás sea actualmente la mejor editorial canaria- por incorporar a John Williams a su cada vez más sólido y coherente catálogo: una apuesta que evidencia la inteligencia profesional de Tito Expósito y Ángeles Alonso, su olfato literario, su porfiado compromiso con la calidad y su sentido del riesgo. Es un acontecimiento admirable que la introducción de Williams en el mercado editorial español, y en nuestro idioma, llegue de la mano de una editorial del Archipiélago. Profesionalidad, intuición, exigencia de calidad, rigor en el catálogo, sentido del riesgo: las principales virtudes de un editor que, desgraciadamente, cada vez son más infrecuentes en las Islas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿absorventes?
Quizás quiso usted escribir "absorbentes".
Por otra parte, si se me permite, debo decir que estoy leyendo la novela del autor estadounidense John Williams, titulada Stoner, publicada por su editorial, lo cual es muy de agradecer. En la página 42 (voy por la página 48), al final, aparece escrito "exhuberancia" en lugar de la palabra correcta "exuberancia".
Reciba un cordial saludo de un lector.